sábado, 29 de septiembre de 2007

Poema (Marietta Cuesta Rodrìguez) -Del más allá-

Me renuevo en el agua de tus mares
me inundo en los ojos de la luz
la sandalia del sol me puso pies dorados
y alas para volar
por rostros,
por sonrisas
impregnando tatuajes
endomingados en el cristal
de los recuerdos

Amor verde (Maikel Riggs)

Jugaba a ruborizar el alba
acunando los tibios hilos de luz
que dibujaban sonrisas
en las rendijas de la ventana
sobre sus pezones – crema rosa

Germinaba lentamente
entre bostezos y estirones
bajo nuestra sábana
de tréboles húmedos

El amor floreció
y marchitó con el tiempo
como cualquier otro amor verde

Un día partió
de su presencia extinta
aun bebo el rocío mañanero
y conservo
dos alas de colibrí
que lloraron sus pupilas
bajo la tormenta

n=n (msq)


Una probadita... (Erick Strand) -De novela hablamos-

No había llegado aún el momento en ese tiempo
aunque todo se estaba conjuntando según un plan escrupuloso.
Sucedían trígonos y cuadraturas evidentes en las cartas.
Hubo un hombre casi consumido en sí mismo anunciando
la inminencia de lo que habría de suceder y sus ojos
tan acostumbrados a la tiniebla de la cueva parecían vibrar.
Dictaban los arcanos sentencias irrevocables presintiendo
tu llegada en cruces celtas. En tiradas repetidas un naipe
destacaba entre todos los demás tendiendo alfombras
terciopelos y flores a tu paso, rindiendo espadas y honores.

Veían los magos griegos signos inequívocos en las entrañas de halcón
Leían los gitanos líneas rectas y profundas en las palmas de las manos
Coincidían los oráculos de los rincones de la Tierra en una sola cosa:
La que ha de venir ha preparado su llegada en estos días. Estad preparados.

En Catemaco, en las colinas que van hacia poniente, Don Pablito extrajo un listón azul celeste del vaso con agua bendita en el que había abierto el huevo fresco de gallina. Había insistido mucho en que fuera un huevo de esa misma mañana, de granja. Traído por la niña sin sangrar aún y sin tocar por nadie más. Bajo ningún pretexto un huevo de supermercado. Al momento de romperlo en el vaso, la cinta traía prendidos tres alfileres de cabeza negra. La yema, de un amarillo opaco, no se rompió. No había burbujas. Había hecho trampa mil veces, sobre todo a los gringos que pagaban hasta 500 dólares por una limpia para ese aura azul oscuro que traen todos. Chinga su madre con los gringos jijos de su maiz. Pero no hoy. En diez lustros nunca había dicho una palabra más alta que otra, pero ahora se le escapó una exclamación propia de encontrar algo insólito donde no debiera estar, donde nunca fuera visto antes.: ¡Ah, qué de la chingada!. Acto seguido se santiguó tres veces y arrojó un puñado de sal gorda a la fogata que crepitó con diminutas protestas azules. Arcángel Gabriel, Luz de Jehudiel, Espada Barachiel, protección pido. Despidió con premura a los presentes. Cuídensen; mañana, con el amanecer, la tierra va moverse mucho.
Antes de convulsionarse en el suelo de tierra de la cabaña de lámina,la única Babalao de Cité Soleil, en las afueras más dolorosas de Port au Prince, había escupido sangre. Primero dio grandes caladas al enorme habano para hacer humo blanco. Luego bebió un trago de aguardiante y otro más que conservó en la boca mientras le quemaba las encías. Arrojó el eyero-sun sobre la ifa y realizó unos trazos con un cuerno. Los dieciséis cocos estaban alineados y las once niñas vírgenes no paraban de dar vueltas sobre sus propios pies hasta que los ojos se les perdían en el infinito.
Tenía 89 años y presentía algo terrible. Siempre había rogado morir en paz en su cama, de puro vieja, acabadas las ganas de vivir y sin sorpresas. Pero súbitamente comprendió que aún permanecería en este mundo lo suficiente como para presenciar algo apocalíptico y repugnante. Yashoma tocó el suelo con un golpe seco sin que alcanzaran a sujetarla. Ni entre cuatro podían detener las sacudidas. Tenía la lengua mordida y apenas se le entendían las palabras: Olodumare, Ibeji, Yemayá.

Soneto (Alex Rosales)

Me sumo a los afanes de grandeza
y encuentro callejones sin retorno
cual si de pronto fuera un vil adorno
que se aferra a momentos de pereza

Y busco la salida con presteza
en medio de mi caos y mi trastorno
no hay puertas ni ventanas ni un contorno
cual si hubiera ganado la Tristeza

Entonces me levanto con asombro
al mirar a Virgilio en el infierno
quien curioso, me toca por el hombro

le sigo, evitando todo escombro
que dejara a su paso aquel invierno
y admiro lo que siento y lo que nombro

La sinfonía necesaria (Kepa Uriberri)

Había comprado unas entradas muy caras para ese concierto, a pesar que las localidades no eran del todo buenas. Tenía ilusión de ver este concierto, pues se trataba de un revolucionario de la música moderna, del que se hablaba mucho y habíamos discutido, en la tertulia de los viernes, sobre el sentido de la innovación en el arte, sobre la libertad en la ejecución y la interpretación y tanto más.
En fin, que los comentarios previos eran extraños y había rumores que la presentación que traía a nuestra ciudad habría fracasado rotundamente en otros lugares, pero la crítica, siempre obsecuente con los grandes famosos, hacía ambiguas defensas de la presentación, que lograban, hábilmente, aumentar la expectativa sobre este concierto. Me hacían sonreir esos esfuerzos, en especial porque nunca se hacía lo mismo para criticar responsablemente a los nuevos valores; pero en ningún caso lo relacioné con un afán de ocultar una sorpresa innoble, o siquiera al sesgo, relativo a lo que los abonados encontrarían en la presentación. Siempre se espera que un gran artista, connotado, respetado, tenga una presentación responsable de su obra incluso cuando su hacer raya nuevos terrenos inexplorados donde nunca nadie se ha atrevido a incursionar, de modo que la equívoca crítica de los expertos sólo se vio como una manera de inflar su propia importancia, más que una advertencia de la que fuera necesario cuidarse.
Se había ido creando un ambiente raro, de polémicas en las que curiosamente se discutía sobre lo desconocido, casi apostando a lo que el artista presentaría. Unos decían que traía instrumentos todos nuevos y diferentes a lo nunca visto. Otros aseguraban que toda la gran pieza musical estaba basada en el novedoso concepto de inarmonía, donde no era posible encontrar sonido alguno que pudiera ajustarse a un acorde tradicional, ni jamás se llegaba a oír alguna de las notas con que los músicos anclados al pasado componían sus pobres obras. A pesar de esto, aseguraban que el sentido estético y el placer no se veían frustrados por la transgreción. Se decía que esta obra podía ser escuchada por cualquier auditor exigente o ignorante, culto o basto, preparado o primerizo y no sólo entenderla sino disfrutarla. Todas estas opiniones eran a su vez refutadas por otros que opinaban en sentido completamente inverso y ninguno de todos ellos tenía, desde luego, más que lejanas referencias de modo alguno claras de la obra del artista. Nadie podía asegurar que había escuchado un fragmento, o una aproximación siquiera y se decía que quienes la habían visto, no eran capaces de hacer una descripción, y sólo se manifestaban desconcertados por lo presenciado sin aventurar, quizás por temor a ser catalogados, ninguna opinión. Todos decían: "Habría que verla. Sería necesario presenciar el espectáculo".
En este ambiente llegamos el día del concierto, a la sala en que se presentaba, donde tuvimos la fortuna de encontrarnos con ciertos amigos, que por razones que no expondré, no podían asistir y tenían entradas de privilegio muy superiores a las nuestras. Habían querido venderlas y no había sido posible por el alto precio de modo que nos la regalaron a cambio de las nuestras, que, después supe, terminaron obsequiando a otros amigos que no habían tenido la fortuna de encontrar boletos.
La emoción de ver al artista, en mi caso por primera vez en vivo, se unía a lo que esta obra había despertado como esperanza de presenciar el inicio de algo tan nuevo que muchos creían que sería el rumbo por el que se encauzaría en pocos años la música popular. Extrañamente, cuando las luces bajaron y comenzó a iluminarse el escenario, el foso para la orquesta permanecía completamente vacío. Los pesados cortinajes ocultaban el tarimado donde tendría que desarrollarse el espectáculo. Una luz cenital se centró en un costado. Bajo ella, como si recibiera toda la iluminación del universo apareció el artista, sonriente, vestido de riguroso negro, con los brazos abiertos, como si quisiera acoger con ellos a todo el público. Avanzó con decisión y sonrisa hasta el centro del escenario que permanecía con las pesadas cortinas negras bajas, y habló en voz bajísima como si tras de sí hubiera tendido en descanso un hombre agobiado por sus últimos minutos de vida. Los parlantes de la sala reprodujeron a todo alrededor sus palabras casi rituales. Nos dijo, como si recitara una fórmula litúrgica: "Queridos amigos, están ustedes a punto de ver los colores del silencio. Hemos preparado esta pieza musical con dedicado (o delicado; el bajo volumen de su voz no me dejaba distinguir con claridad lo que hablaba, como si no quisiera trizar el sagrado silencio que se iba creando) amor para ustedes. Esperamos que sepan disfrutarla". Me llamó la atención la estructura de esta última frase, lo recuerdo con claridad, pues había una velada insinuación de duda y un plural que la difundía incluso entre nosotros, sus espectadores: Quizás no fuéramos capaces de acceder al éxtasis del disfrute que él ofrecía. Quise hacer un comentario a Mirentxu, que me acompañaba, pero su mirada inteligente me dijo que había concluido lo que yo y no era necesario arriesgar el silencio que ya era casi tangible en el lugar.
Las pesadas cortinas negras comenzaron a subir, mientras el artista bajaba lentamente los brazos y extinguía suavemente su sonrisa. Casi imperceptiblemente la sincronía de movimientos terminó en una fina reverencia. Después retrocedió hacia el fondo del escenario que fue de a poco perdiendo el peso de la oscuridad, en medio de un respetuoso silencio. Sin añadir palabra el hombre se perdió, de algún modo, en el fondo y una expresión de sorpresa se oyó a todo lo largo y ancho de la sala. La luz que se dejó caer generosa sobre el escenario mostró una treintena de atriles que sostenían otros tantos cuadros, todos enmarcados sobriamente, representando áreas difusas de colores que no sólo combinaban bellamente en cada tela sino también se comunicaban entre si transfundiendo su encanto de tela en tela formando una unidad. En unos segundos volvió el silencio anhelante. No pasó nada.
Transcurrieron unos tres a cuatro minutos en silencio religioso, de a poco se fue haciendo expectante y luego ominoso, entonces alguien tosió en algún rincón alejado de la sala. Una tos contenida, seguida de un carraspeo suave, avergonzado. Casi de inmediato, en otro rincón, del todo opuesto, alguien cedió al impulso y también tosió. Luego otro, después uno más y más. Varios se sintieron entonces autorizados a descargar su nerviosismo. En el escenario no sucedía nada. Pude ver que el foso de la orquesta continuaba vacío. Tampoco, desde la posición de privilegio que me habían regalado, se veía que sucediera nada entre bambalinas. Se lo comenté a Mirentxu. Ella también lo había notado. Acercó su boca a mi oído y me dijo: "Esto va a terminar mal", en voz muy bajita, pero preocupada. Atrás a mi izquierda oí un murmullo cuyo tono, no por muy suave, dejaba de sonar condenatorio o al menos molesto. De a poco los murmullos se fueron generalizando. Después de un rato todo el público parecía murmurar. En el escenario la iluminación caía generosa y estudiada sobre los atriles que sostenían la exposición de pinturas, que no sólo destacaban por su color y ritmo sino por la textura, notoria a pesar de la distancia, que el óleo, empastado, hacía sobre las tela. De algún modo extraño la pintura parecía comenzar en tonos cerúleos, azules, verdes, musgo, siena, ocres y finalizaban en una sinfonía de rojos y amarillos que ilustraban la creciente preocupación y rabia del público, que ya comenzaba a levantar la voz con expresiones de descontento: "¡Ya pues!", "¡Qué esperan!", "¡Hasta cuado!". Al poco rato comenzaron algunas pifias, primero leves, contenidas, luego más intensas y finalmente derivaron en rechiflas. En el escenario no ocurría nada. Nuestro artista tampoco aparecía. Algunos comenzaron a irse, ya sea por temor o desesperanza, todos, en todo caso, mostrando su desagrado.
Habían pasado unos veinte minutos. Mirentxu me dirigió una mirada interrogadora, que me invitaba claramente a retirarnos. Negué con la cabeza. Le dije levantando la voz para ser oído a través de la bulla de las protestas: "Quiero ver qué pasa".
Poco a poco la sala fue abandonada, sólo los más exaltados se quedaban. Algunos lanzaron monedas y gritos insultantes y agresivos, pero nadie apareció en el escenario. Por último hasta los más exaltados cedieron a lo ineludible y abandonaron también. Sólo quedamos algunos curiosos que esperamos en silencio y apreciamos, de lejos, la calidad de las pinturas. De algún modo raro posiblemente abrigábamos la esperanza de ver aparecer al artista, que ejecutara su música, o diera alguna explicación. Nada de eso sucedió y finalmente hasta nosotros nos dimos por vencidos y nos fuimos arrastrando la frustración. Creo que después de irnos todos la sala aún permaneció iluminada como si los espectadores continuaran ahí.
Es raro. La crítica catalogó de un éxito completo la presentación y habló de arte transgresor y atrevido, de nuevas técnicas, de atravesar fronteras, de vanguardia y del aplauso del público. Escribí varias cartas desmintiendo a los críticos de diversos medios pero mi opinión no fue publicada ni tenida en cuenta. Tengo noticia que hoy se presenta aquí, con el mismo espectáculo y en las mismas condiciones: No sé si tenga sentido advertirlo.

Guerrero (Eva Maria Salinas)

Despojas misterios en tus ojos sedientos
animando mis manos tras tus huellas
viertes en mi vasija
bálsamos
cálida lluvia fortaleciendo mis alas
/que incesantes/
recogen pistas de los pasos que transitas

Guerrero
/oxigeno en mi sangre/
despiertas tras la tormenta
anidados delirios de muerte
savia / resurrección
en la peregrinación de mis días

Dry Martini (Erick Strand)

No sabía cómo se llamaba y desde luego, no me iba a atrever a preguntárselo. Así que decidí ponerle el nombre de Natalia. Natalia funciona muy bien para una muchacha que quiere salirse de la blusa, que huele a sudor mezclado con desodorante caro y cuya tanga de encaje sobresale sin pudor tres o cuatro centímetros por encima del borde de unos jeans descosidos estratégicamente. Caros, como toda la ropa vieja de marca. Una chica de veintiséis –porque debe tener veintiséis, ni uno más- que también es una edad estratégica, en el más bélico sentido de la palabra.
Vayamos a la tanga. Es una braguita de color rosado, con lencería fina en los bordes y un estampado que con esta luz no alcanzo a distinguir. No son animalitos. Se me haría de lo más vulgar una tanga con peces, o foquitas, o dinosaurios. No. Son unas florecillas azules, femeninas como violetas. Deben ser violetas y eso me permite imaginar el aroma de sus nalgas, no muy grandes, redonditas, juveniles.
No lo hace a propósito. Se inclina sobre la mesa entre risas con las amigas y el bordado de lujo de su ropa interior asciende unos milímetros más. Toda la desnudez que admiro se va reduciendo en una uve que es como una flecha indicadora del rumbo de mis próximos pensamientos. Natalia es muy bella. No he podido verle el rostro del todo, con eso de que está de lado y no para de moverse hacia adelante y que precisamente cuando voltea el rostro ponen esa luz negra con el volumen a todo lo que da. Es muy poco probable que se llame Natalia y casi imposible que repare en que la miro con destreza.
Ahora saca el celular y revisa unos millares de SMS's de los imberbes con que anda. Me la imagino seduciendo a todos con ese caer del pelo y voltear la cabeza hacia atrás mil veces, con esa pose de anuncio de Pantene Pro B que es el gesto preferido de las de veintiséis. Y que me encanta. En Natalia me encanta. A todos los deja con la expectativa de un quizás. Pero lo que ama es tener el móvil lleno de mensajes y reírse con las amigas. Las amigas son corrientes, a ellas sí puedo verlas, sositas. Natalia está de espaldas y su tanga de lujo enfrente, como en una danza.
Me distraigo un segundo mirando la pantalla de plasma gigante y dando un trago insípido a mi Beefeater seco con dos gotas de vermouth Noilly Prat. No entiendo cómo en el mejor discobar de Cancún pueden pasar un video de Bryan Adams. Mi diosa ha desaparecido y las dos amigas me miran como pidiéndome explicaciones. Seguro fue al baño. Yo creía estar concentrado en esa tanga perfecta y en ese trasero de Fidias, pero en el ensimismamiento se me fue el santo al cielo.
Mareo un rato la aceituna doble en el Martini de diseño. Siento algo indescriptible detrás de mí. Siento cada detalle de un cuerpo joven y perfecto, de un aroma que ya no huele a violetas sino a Ralph Lauren mezclado con cigarrillo light y chicle de hierbabuena. Escucho una voz que me estremece desde el lóbulo, por todo el lado izquierdo de mi cuerpo hasta el pulgar del pie y de regreso. Ni siquiera me atrevo a volverme:

- ¿Qué? ¿Me vas a estar mirando el culo toda la noche?
Me deja una servilleta doblada. Saco la doble aceituna goteando ginebra helada. La chupo con delectación y reconozco en los labios una forma conocida. En el taxi, de regreso al hotel, desdoblo la servilleta.
Karen
(04455) 1496-0789

Será posible que algún día(Alex Rosales)

Será posible que algún día
sin darse cuenta que tu rostro se ha borrado
no haya más voz ni manos que alerten sus sentidos
y todo siga igual, en apariencia
pues es que para él no has existido

Será posible que algún día
camine por la calle sin buscarte en las personas
que se encuentren en el camino y se observen familiares
aunque no haya más contacto que lo que dicen las miradas
y al final, los pensamientos cotidianos pierdan ese instante

Será posible que algún día
vuelvas a su mente convertida en un suspiro
pero aún nostálgico, sin tener la total seguridad
de hacia dónde se dirige sin retorno
porque de manera consciente no tiene a dónde ir

Será posible que algún día
te preguntes cómo te es tan familiar sin conocerlo
porque apenas han cruzado casualmente las miradas
pero sabes que de alguna parte
ha habido más que el roce de la vista

Será posible que algún día
te des cuenta que de sus mentes se han borrado
que tal vez comiencen de nuevo a descubrirse
cuando el hielo se haya roto y te pregunte nuevamente
-porque ya lo hizo, es seguro

Será posible que algún día
haya esos momentos conocidos,
cual si ya hubieran vivido mucho de esto nuevo
pues al final se conocían y se reencontraron
a pesar que ya se habían borrado mutuamente.

La novela blanca (msq)

Cierta vez un escritor, inmerso en el desarrollo de su novela
que estaba copiando de su mente, sintió un irrefrenable deseo
de estornudar. De pronto, todo el argumento, trama, personajes
etc. desaparecieron.
Sus ojos parecieran salirse de las órbitas, iluminados por la
visión de una novela, que empezaba por la letra A y acababa
en la S. Una historia blanca, pero..¿Acaso el prisma óptico
no es capaz de mostrar un amplio espectro de colores
y geometrías.?
En seguida, aunque estaba en la primera fase del estornudo,
fue a buscar el diccionario de la lengua española,
el inglés no lo tenía a mano. Quería dotar de algo de rigor
a la nueva novela, dado que, al parecer, la iluminación venía
para largo ; aún no había acabado de bajar la cabeza, hasta
se diría que se encontraba en la fase preliminar, aquella en que
los asuntos imaginados formaban un magma híbrido, aquella
en que los órganos se confunden con la función, los continentes
con los contenidos, las cosas con las ideas, la velocidad con
el tocino, el culo con el pulso, la necesidad con el antojo.
Era, bien se notaba, el periodo inicial de absorción. Nunca
podría llegar a sospechar que habría un nudo y menos aun
un desenlace coagulante, sino unos vagos coágulos
esporádicos heteróginos mezclados con arenilla, porque el
aire nunca es absolutamente puro. Además está eso del
espacio oscuro, que no es el éter, sino algo impalpable que
queriendo parecer que tiene vida, no llega a parecerlo, sino
más bien a compensar ese horror al vacío que tiene todo
lo que se mueve, y por supuesto, no estaba él pensando
en nadie concreto; bien sabido era que habían desaparecido
todos los personajes. Espacio oscuro ese -digo- que hace
o no hace el oficio de cohesión entre la materia y energía,
tanto en los planetas como en los cuerpos menores y que
nadie sabe qué demonios es, pero estar está.
Veamos que nos dice -hablando para sí- el diccionario
de la lengua. Como había tiempo, fue a coger un palillo de
dientes de un vasito de cristal y se lo introdujo en uno de los
intersticios molares, había quedado allí una brizna de carne.
Estornudar: arrojar con estrépito por la nariz y la boca el
aire inspirado de manera involuntaria, provocado por un
estímulo en la mucosa nasal. Ejemplo: la pimienta le hizo
estornudar. Qué raro. Nunca o siempre que había estornudado
dio la casualidad de que hubiese pimienta cerca. Menos
mal que algunas frases o todas son solo frases e igualmente
podría ocurrir con los ejemplos. Siempre he desconfiado
-pensaba- de estos diccionarios amaestrados de bolsillo
que no tienen nada que ver, ni aun echando imaginación
a espuertas, con el diccionario Espasa de noventa y nueve
tomos, más uno de muestra que suele distraer al conductor
del camión que los transporta en el run run del ralentí.
Probablemente no era un tomo de muestra, sino que,
antes de entregar el paquete a domicilio, deserta el conductor
de pasar de mano en mano algo que no sabe lo que es y
por fin un día se decide a abrir la caja de cartón, saca un
ejemplar y se encuentra con los nudos marineros con sus
fotos y correspondientes explicaciones.
"Lasca": También conocido como "nudo del 8"
o doble mordido y es muy utilizado como tope en un cabo
para evitar que se escape de una polea o un pasador.
La manera más sencilla de hacerlo es formando un seno
y girando una vuelta entera y pasar el chicote.
El nudo se aprieta tirando de los dos extremos.
Bien, ya tenía el primer nudo. Mejor no apretarlo -piensa-
hay tiempo. Le sigue a este, aunque en una sucesión que
no es lineal, el famoso Ballestrinque, el Franciscano,
Múltiple, Gancho con vuelta, Boca de Lobo, Nudo de boza,
Nudo de bandolero, As de guía, Nudo de encapilar y otros,
mientras el radiador del camión empezaba a calentarse,
momento este que coincidía con el punto culminante de la
cresta, el punto intermedio del estornudo. Después todo
acabó en un campo nevado, una llanura sin mayúsculas,
sucesos o nombres propios, acaso solo alterada por el
movimiento oscuro de sus propias pestañas: los pelos de
la vista.
Sacó el pañuelo de su bolsillo y se secó las lágrimas
y la boca.

Quisiera (Constans Khurry)

Quisiera tocarte de verdad
sintiendo cómo mis poros
se adhieren más a ti.

Quisiera besarte con suavidad
dejando que ese tenue roce
nos estremezca de placer.

Quisiera mirarte hasta el fondo
tocando la humedad de tu espíritu
allí donde el silencio te hace mío.

Quisiera fundirme en un abrazo
enlazando con ternura estos cuerpos
y permanecer así en el tiempo.

Quisiera amarte sin condición
dándote lo que conforma mi ser
y encontrarme en la hondura del tuyo.

Quisieras que estuvieras aquí
escuchando mis deseos
y juntos hacer algo al respecto.