miércoles, 14 de marzo de 2007

A Canadá (Pilar A.)

He estado fuera -en comisión de servicios le llaman- una larga semana. Ya estoy otra vez en mi despacho, en mi rutina, en el automatismo, en el rito, en el hábito. He vuelto a mi mesa llena de asuntos por resolver, a los aburridos saludos de compromiso, a las explicaciones absurdas, a los comentarios innecesarios, a los chismes que no me interesan ... el tedio llama otra vez a mi puerta.

Tengo que sacar tiempo para escribir y escaparme... tal vez a Canadá. Porque sabed que cuando era muy pequeña me regalaron una caja de galletas en la que había dibujado un policía con una guerrera roja montado a caballo, detrás de ellos unas montañas nevadas, un lago con una llanura de árboles y una casita con una chimenea humeante y un perro en la puerta. Mi madre me dijo que aquello era Canadá. Yo me quedé mirando la caja sin querer abrirla, sin importarme lo que había dentro. Recorté la imagen y la guardé entre mis cuentos, han pasado tres vidas y todavía la guardo entre los apuntes de la universidad, una carta de amor anónima que recibí cuando tenía treinta años, con dibujos de nubes y girasoles; mi vieja colección de discos de vinilo y un muñeco “Tumbelino” que me trajeron los Reyes Magos el año en el que yo iba a cumplir los ocho.

Cuando sueño con huir siempre fantaseo con hacerlo a Canadá, a esa casita junto al lago, a ese paraíso idílico de la caja de galletas...

Me llevaré mi portátil para seguir en contacto con vosotros, que no os quepa la menor duda.

Besos a repartir.

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