miércoles, 28 de febrero de 2007

Trazos en el tiempo (Nacho)

Se me perdió un día, martes, no tenía nada que hacer. Existían veinticuatro horas, ochenta seis mil cuatrocientos minutos, en los que nada pude hacer para superar la barrera del tiempo, enfrascado como estaba en vivir sin pensar y pensando en como vivir, tal vez en momentos distintos.

La programación de la tele, a veces, es mi guía. El lunes echan Prison break, el martes House, el jueves Mujeres desesperadas, el viernes La película y en fin de semana la programación es tan variada que a ninguno de los días se parece. Si, era miércoles, no un miércoles señalado como podía haber sido el miércoles de ceniza o el miércoles de partido extraordinario de fútbol, que no veo nunca pero del que siempre me termino enterando. A las nueve de la noche esperaba a mi médico favorito, gruñón, obstinado, sobresaliente, listo como pocos, ácido, mordaz y brutalmente sincero. A las nueve alguien me dijo que se me perdió un día y busqué en mis bolsillos; esperaba ver la serie, el doctor desmedido y procaz, y no está, y se que he perdido un día. Habrá a quien le resulte difícil creer que alguien pueda regir su vida por los programas televisivos, hay que estar allí, en la situación y no juzgar, cuando uno está sin trabajo aparente se puede entender.

Escribo, rompo, leo, juego a que vivo. Es posible que si estuviera viendo todo el día la televisión no me quedaran juicios que emitir, pues ya lo harían ellos por mí. Es duro llegar a pensar que el que sólo espera un programa a lo largo del día, a aquel que no le interesa lo que ha de ser en el receptor el resto del tiempo, espera un programa, una ilusión de niño y se le haya perdido un día. ¿Dónde está, señores, mi día? Ustedes me lo han robado, se perdió entre las búsquedas de trabajo, los escritos poco convincentes, el estudio, el parchís, los cafés que duran horas, el destartalado pensamiento, la frugal comida y la copiosa cena. Me siento delante del ordenador con ganas de escribir y sin apenas nada que decir, sin fuerza, sin pasión, desubicado. Los cuadros de la pared me miran impertinentes, sin prisa ni gloria, he perdido un calcetín, me sobra una coma, y estoy seguro que se me escurrió un pensamiento por el lavabo a punto de partir, y mientras he perdido un día que nadie me ha sustraído. Podría decir que la vida pasa, como el poeta podría escribir los versos más tristes y no lo hizo e imaginó algo mejor, inolvidable, sabréis porque lo digo.

En el momento que me toca escribo desaliñado y mi aspecto no lo corrobora, las palabras se pierden en la curva, corrijo y encarrilo mi pensamiento ¿qué estupidez no? A veces es conveniente perder un día, equivocarse, escribir de deshecho, promediar monotonía, soltar la regencia, estirar neuronas y hacer crujir sus axones con dentritas, como el que entrelaza los dedos obligándolos a detenerse en los nudillos mientras estos chasquean. “Tenía un día tonto” decía aquel médico en una ocasión, había pedido un tac para toda la sala de maternidad, qué sinvergüenza, tic tic tic.

Me pregunto donde se hallará mi día, “he perdido cuatro minutos de mi vida, quiero que me los devuelva” gritaba aquel viejo a Apu para terminar diciendo “da igual, los hubiera desaprovechado de todas maneras”. Cuánto talento desaprovechado, en cuatro minutos uno puede escribir versos inolvidables, hacer el amor con prisas pero también con ganas, acariciar al gato con parsimonia, dar dos sorbos al café y disfrutar del silencio, vaciar una cubeta de pescado, aullar a la luna llena con brío, apaciguar el alma.

Nueve minutos es la media de lo que se tarda en fumar un cigarro, que dicen que quita diez minutos de vida, alguien le robó al cigarro su minuto de gloria. La obesidad quita veinte años –eso dicen-, y el trabajo ocho horas al día. La vida está hecha de momentos, no seré el primero que lo diga. Quien me lea puede observar conceptos, signos de demagogia, salpicados con el recelo de saberes aislados y descontextualizados, todo para llegar al famoso “el tiempo es relativo”, tic, tac, tic, tac, mi día se ha perdido, quiero que me lo devuelvan.

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